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martes, 7 de agosto de 2012

De hadas y mariposas

Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 31 veranos y estaba convencida de que a estas alturas ya tendría dos bombones a los que contar esta historia que, poco a poco, durante mucho tiempo, ha ido tomando forma en mi cabeza.
La realidad no es así, sin embargo. Y creo que ya es hora de que este cuento vea la luz.
Se lo dedico a todos esos niños que están con sus mamás y papás y a todos aquellos que pronto lo estarán.
Pero en especial, quiero dedicárselo a tres personas: a Esther D. que comparte mi admiración por las mariposas. A Mencía, que ya ha descubierto lo que estos seres maravillosos hacen por las noches. A Irina G.  a la que nunca pude contar esta historia, pero confío en que algún día la leas... o la escuches.
Gracias a mi marido porque, sin querer, me dio esta idea.



Hace muuuuuchos, muuuuuuchos, pero muuuuchos años, cuando los bosques ocupaban casi toda la faz del suelo terrestre, cuando los humanos eran pocos y buenos y cuando el aire era puro y limpio, vivieron las hadas. 

No quiero decir que ahora no existan. Eso sería mentir, pues están entre nosotros noche y día. Quiero decir que vivieron las hadas en una forma que no es la que tienen ahora, pues su forma era humana, pero su tamaño casi minúsculo. No eran más altas que la uña de mi dedo pulgar. Pero eran muy numerosas y muy ruidosas. Estaban tooooodo el día cantando, rtiendo y bailando. Para ellas todo era maravilloso y eso las hacía dichosas. Y cuando uno está contento, ya se sabe que lo celebra por todo lo alto. Pues bien: las hadas estaban todo el día de fiesta.

Poco a poco, el núemro de humanos fue creciendo y para ellos fue preciso adentrarse en los bosques para consturir sus hogares. Al principio, a las hadas no les importó: ¡así tenían más gente con la que compartir sy alegría! Pero pronto comprendieron que, de entre todos los humanos, sólos los niños se daban cuenta de su presencia. Intentaron por todos los medios darse a concoer, pero no había manera: los adultos siempre estaban ocupados en alguna tarea más o menos importante que les impedía ser consicentes de la alegría que reinaba dentro del bosque. Así pues, las hadas decidieron centrarse en los niños, algo que no les costó nada, pues de todos es sabido que en el mundo infantil los ojos ven más allá de lo simple, de lo común, de lo cercano. Por tanto, hadas y niños pasaban horas y horas disfrutando de su mutua compañía y alegría.

Sin embargo, los adultos, conscientes de todas las oportunidades que el bosque les brindaba, no se conformaron con coger de él lo imprescindible. Cada vez ansiaban más y más. Cada vez se adenraban más en el bosque. Cada vez destruían más y más. Y las hadas pronto se dieron cuenta de que los humanons arrasaban con todo su mundo, con todo lo que para ellas era fuente de felicidad, con todo aquellos que merecía se celebrado, cantado y bailado. 

Intentaron hacerse oir a través de los niños pero los adultos, siempre con su fría lógica y sus mundanas preocupaciones, nunca prestaron atención a sus hijos, por lo que las hadas no tivueron más remedio que aceptar que ellas, con su diminuto tamaño y su escasa fuerza, no tenían nada que hacer y admintieron su derrota. Debían marcharse a otro lugar, tenían que buscar otro bosque en el que vivir. Y con esa misión, enviaron a un grupo de exploradoras por el mundo, esperando que volvieran con buenas noticias. 

Al poco tiempo (pues las hadas se mueven muy, muy, muy deprisa) el grupo volvío, pero estaba triste. Las hadas estaban muy tristes:  no consiguieron encontrar un sólo rincón del planeta en el que pudieran vivir con su acostumbrada felicidad. Así pues, comunicaron esta fatídica noticia a los niños con los que tanto tiempo habían jugado, cantado, reído y bailado. 

Los niños, incansables como sólo ellos pueden serlo, no quisieron darse por verncidos y probaron lo único que se les ocurrió: hablar con aquellos  adultos que no hacía mucho tiempo  habían mirado con sus mismos ojos. Sin embargo,  esto aún les produjo más tristeza, pues los jóvenes no se acordaban de esos tiempos felices, ocupadas su cabeza y su alma con otro tipo de preocupaciones. Decían que las hadas no eran más que parte de la imaginación de los niños que, al no tener que pensar para ganarse el pan, ocupaban sus horas inventando seres fantasiosos con los que jugar.

Perdida toda esperanza ya, compartiendo la pena del triste final y temiendo las hadas que los niños las olvidaran, idearon un plan: cada noche ellas vistarían a los pequeños en sus camas  y les contarían una y otra vez las las historias vividas para que, al menos al despertar, tuvieran la sensación de haber tenido un dulce sueño.

Y así , cada noche, las hadas cumplían su palabra. 

Y así, cada mañana, los niños despertaban con una sonrisa.

No obstante, las hadas fueron despareciendo y, al hacerlo, sus alitas caían cada noche en las almohadas de los niños. Y era tanta la pena de éstas al morir que dejaban sus almas en las alitas. 

En poco tiempo ya no quedó ni un hada en el bosque que contara historias felices en los oídos de los niños y cuando éstos se dieron cuenta y vieron las alitas en sus almohadas, se apenaron tanto, tanto, tanto, tanto que lloraron sobre ellas una noche y otra y otra y otra y ocurrió que estos niños fueron crteciendo y seguían tristes y llorando cada noche en las alitas de las hadas, pensado que todo estaba perdido.

Pero un día sucedió algo maravilloso: tanta  fue la pena de los niños y tantas las lágrimas vertidas en las alitas, que nadie sabe cómo pero el alma de las hadas despertó al mismo tiempo que estos jóvenes lo hicieron una mañana. Nadie puede imaginarse la cara que pusieron cuando vieron cómo las alitas se elevaban de la almohada, se juntaban en el aire y en medio de un polvo brillante comenzaron a dar vueltas alrededor de los chicos. ¡No se lo podían creer! De pronto, en todas las casas había chiquillos bailando de felicidad con un par de alitas unidas por un fino cordón amarillo.

Salieron todos a buscarse para contárselo con una nube dorada rodeándolos. ¡Habían vuelto! ¡Las hadas habían vuelto! Tan grande era el vículo que habían creado que las lágirmas de los niños dieron vida a las almas de las hadas encerradas en la alitas. Pero pronto se dieron cuenta de que estas hadas no eran las que ellos conocían y comenzaron a mirarse extrañados. Éstas, temerosas de que los niños se alejaran de ellas, comenzaron a formar frases con su polvo dorado hasta que los niños pudieron leer:


"Sólo un alma pura, capaz de ver más allá, puede devolvernos a este mundo. Vosotros crecisteis y no ovidaseteis el significado de nuestras alas ni aquello que en sueños os contamos. Nos habéis dado la vida. Sin embargo, en este lugar ya no es seguro continuar con nuestra antiugua forma. Nos hemos transformado y al hacerlo hemos perdido nuestra capacidad de hablar, no así nuestra alegría. Tampoco hemos olvidado nuestra promesa, que seguiremos cumpliendo noche tras noche hasta el final de los tiempos."


Y acto seguido comenzaron a revolotear alrededor de todas esas personitas que de nuevo eoncotraron la alegría. 

Es cierto que cumplieron su promesa de velar los sueños y aún hoy lo siguen  haciendo... ¿Sabes cómo? Besando a cada niño con sus alitas justo antes de que éstos caigan en un profundo y agradable sueño.

Ahora los niños y las hadas han descubierto la manera de seguir juntos y felices.

Es por eso que las mariposas no vuelan en línea más o menos recta como los pájaros, sino que parece qeu dan saltitos mientras van de flor en flor, pues siguen bailando y riendo.

Y es por eso que los niños, sobre todo los más pequeños, se despiertan con una sonrisa en los labios y la mirada inocente y pura de auqellas que durante la noche han sido bendecidos con los besos de las hadas.

¿Que cómo son esos besos? Cierra los ojos y dile a mamá que ponga sus pestañas en tu mejilla. Cuando ella parpadee sentirás la cairicia más dulce que jamás se haya inventado porque ¿conoces a alguna mamá a la que no le gusten las mariposas? Igual es que de pequeña, ella también recibió un beso de hada mientras soñaba.